1. Funcionalismo en antropología
Escuela que surge de los numerosos estudios que Inglaterra ordena para
conocer quién es el “otro” en sus inmensas colonias. A mitad de
1930 se comienzan a organizar estudios en las colonias. Autores como Bronislaw
Malinowski, Evans-Pritchard, Firth o Radcliffe-Brown surgen como principales
protagonistas de largos trabajos de campo y expositores de teoría
antropológica.
El funcionalismo estudia la sociedad sin tener en cuenta su historia (no tiene en cuenta la diacronía, sólo la sincronía); estudia la sociedad tal y como la encuentra, intentando comprender cómo cada elemento de la sociedad se articula con los demás, formando un todo y ejerciendo una función dentro de esa sociedad.
Su principal influencia es el sociólogo francés Emile Durkheim que piensa que los hechos sociales determinan los hechos culturales. Los funcionalistas insisten en que la cultura es un hecho social (es un conjunto de instituciones) con una función.
El funcionalismo nace como reacción al evolucionismo y al particularismo histórico. Parte del hecho de que la cultura es una totalidad orgánica en las que sus diversos elementos son inseparables y se hayan interconectados, teniendo cada uno de ellos una función específica en el conjunto. La religión, la economía, la producción, los rituales, etc, forman un todo interconectado. De hecho, cuando piensan en una sociedad, la perciben como si fuera un organismo biológico en el que las partes forman un todo.
El dogma del funcionalismo es el “trabajo de campo” (mínimo de 6 a 8 meses), diciendo que no hay calidad científica si no tiene este periodo de tiempo. Hace énfasis en la interpretación de los hechos particulares en relación al todo (sociedad).
Postulados funcionalistas:
- Toda cultura tiende a formar una totalidad equilibrada frente a su
tendencia
hacia el desequilibrio y el cambio.
- La estructura social funciona por una orientación de necesidades
básicas, como en la estructura orgánica. Analizar una función
básica nos puede llevar al conocimiento de la función general.
- Cada parte en el sistema social está unido a los demás.
Se da una interconexión funcional
- El funcionalismo introduce una división en el trabajo antropológico;
distingue entre Etnografía y Etnología. El etnógrafo
describe aspectos particulares de una cultura; el etnólogo se introduce
en el trabajo de campo, por medio de la observación participante
y crea una síntesis explicativa de los datos etnográficos.
La etnología es un conocimiento participado y vivido.
- No se construyen teorías etnológicas con facilidad,
se pretende hacer descripciones sugerentes que lleven a futuras teorías
sobre el hombre.
- Siempre es importante el informante (la referencia biográfica)
y el particularismo personal para obtener datos.
Errores que se han visto en esta teoría:
Son sincrónicos. Llegan a un lugar y no les interesa la historia
anterior; es como si tomasen una fotografía del momento y sobre
eso deducen.
La utilización de informantes puede ser engañosa; requiere
comprobaciones de la información. El antropólogo es la herramienta
de investigación; dependiendo de su formación (mucha o poca)
puede haber errores en la captación de datos.
2. Funcionalismo en lingüística: el Círculo Lingüístico de Praga
La preocupación por las intenciones comunicativas de los hablantes y, en consecuencia, de la estructuración de los mensajes recibió un especial auge en el Círculo Lingüístico de Praga empezando con Vilém Mathesius y lo que él mismo llamó la "perspectiva funcional de la oración" que fue retomada y desarrollada por otros autores de la misma corriente como, por ejemplo, Firbas y Daneš . Y aunque las aproximaciones recientes a un concepto tan importante para el presente trabajo como el del Tema sean tan variadas y amplias, todos los autores parten de alguna manera de los representantes de la Escuela de Praga y coinciden en su descripción desde un punto de vista funcionalista. Es preciso, entonces, revisar qué fue el Círculo Lingüístico de Praga y cuál es su lugar dentro de la lingüística.
El Círculo Lingüístico de Praga fue fundado en 1926 y reunió un número de lingüistas eslavos reconocidos, como los checos Josef Vachek y Bohumil Trnka, además de los ya mencionados, y los rusos Nikolai Sergeievich Trubetzkoi y Roman Osipovich Jakobson para mencionar algunos de los representantes. En 1929, estos lingüistas, tuvieron una actuación destacada en el primer Congreso Internacional de Eslavistas celebrado en Praga donde presentaron un programa que describe las tareas de la lingüística, sobre todo de la eslavista, la teoría y metodología a emplear en el estudio de las lenguas y literaturas en general y de las eslavas en particular. Dicho programa, conocido como las Tesis de 1929, refleja los principios de la ‘lingüística funcional’ o ‘funcionalismo’, base de todos los trabajos del Círculo de Praga y comienza afirmando lo siguiente:
La lengua, producto de la actividad humana, comparte con tal actividad su carácter teleológico o de finalidad. Cuando se analiza el lenguaje como expresión o como comunicación, la intención del sujeto hablante es la explicación que se presenta con mayor naturalidad. Por esto mismo, en el análisis lingüístico, debe uno situarse en el punto de vista de la función. Desde este punto de vista, la lengua es un sistema de medios apropiados para un fin. No puede llegarse a comprender ningún hecho de lengua sin tener en cuenta el sistema al cual pertenece. La lingüística eslava no puede ya eludir este conjunto actual de problemas (Trnka et al. 1980 : 30-1)
Los lingüistas funcionalistas entienden la lengua como "un sistema de medios de expresión apropiados para un fin" (ibid : 31). El lenguaje es propio de los hombres. Mediante este se representa el mundo y se proyecta en él. Es uno de los fundamentos de la vida social. Como es un fenómeno de gran complejidad, ha sido sumamente difícil acercarse a él desde un punto de vista verdaderamente científico. La lengua representa sobre todo el instrumento de comunicación con los demás, sirve para expresar los pensamientos, deseos, sentimientos y permite influir en otras personas y recibir sus influencias. Como cualquier otro instrumento debe ser cómodo y económico y por eso ha sido moldeado y adaptado a las necesidades de sus usuarios para cumplir cada vez mejor su función. Este es un aspecto que tienen todas las lenguas particulares en común. Al analizar cualquier hecho lingüístico hay que tomar en cuenta su función.
Los hablantes tienen la posibilidad de hacer uso de cierta elección entre los medios que ofrece la lengua. Esta selección no es arbitraria sino que corresponde a las necesidades concretas en una situación comunicativa determinada. Para la lingüística funcional se plantea una serie de preguntas, como por ejemplo, ¿qué función cumple cierto elemento?, ¿para qué sirve en la comunicación?, ¿por qué el hablante elige tal elemento o tal estructura y rechaza otro/-a? Desde el punto de vista funcional, el estudio de la lengua no solamente debe restringirse a la descripción de los hechos lingüísticos, siempre deben buscarse explicaciones para estos considerando las funciones generales que cumplen en el proceso social.
La idea de la función ya está presente en Saussure cuando declara que la lengua es "fundamentalmente ... un instrumento de comunicación" (Ducrot y Todorov 1974 : 29) y no una obra de arte. Esta concepción representa un hecho innovador frente a lingüistas anteriores que vieron la comunicación humana como el mal que degenera y destruye las lenguas. Para los funcionalistas, los cambios son inevitables para cubrir nuevas necesidades.
Otro hecho que tienen en común es el concepto fundamental del sistema. Para ambas escuelas, es necesario para comprender cualquier hecho lingüístico. Sistema quiere decir un conjunto de elementos que dependen uno del otro y forman una red de relaciones. Aunque este concepto no era nada nuevo, su aplicación a los hechos lingüísticos, y no solo a ellos, era un gran progreso frente a la visión atomística que predominaba en aquel tiempo.
Pero mientras el maestro ginebrino entiende el sistema como una entidad estática, los praguenses lo conciben de manera dinámica pues el sistema está "en constante interacción con el uso que los hablantes hacen de ese sistema" (Domínguez 1998 : 98). En esta interacción, el sistema y sus componentes se encuentran bajo la permanente presión de revisar si todavía están cumpliendo sus múltiples funciones y, en caso negativo, deben estar en la capacidad de adaptarse, ajustarse a las exigencias que se le hacen para servir a la "intención del sujeto hablante", es decir, satisfacer las necesidades particulares de cada hablante en las diferentes situaciones lingüísticas a las cuales se enfrenta. Como estas son tan variadas, no se puede concebir la lengua tampoco como una entidad homogénea, como lo hace Saussure (1973 : 58). Para los praguenses, el sistema tiene una naturaleza heterogénea, tiene que dar cuenta de la gran variedad de usos que de él hacemos los hablantes. Debe constituirse entonces por un conjunto dinámico de subsistemas que se actualizan en una situación lingüística determinada según los requerimientos del hablante. Solo de esta forma, dinámica y heterogénea, la lengua puede ser un sistema de medios apropiados para un fin. La lingüística tiene que proponerse la tarea de describir estos diferentes tipos de uso.
A pesar de que podemos considerar a los lingüistas funcionalistas herederos del pensamiento saussureano, se muestran también críticos a otros puntos de vista del maestro ginebrino. En primer lugar está la rígida concepción de la dicotomía lengua / habla. Desde la perspectiva praguense arriba descrita, esta no puede hacer justicia a la gran variedad de situaciones comunicativas en que el hablante emplea la lengua. En el habla "debe detectarse un código de reglas estructurales inherentes." (Trnka et al. ibid : 25) Si no fuera así, la lengua no serviría de medio de comunicación entre los seres humanos. Para los funcionalistas, la lengua se compone de un conjunto de subsistemas que se actualizan en un acto de habla concreto en una situación concreta. Si bien hay que diferenciar entre lengua y habla, no se debe construir barreras entre ambas ya que las dos están en permanente interrelación. También Saussure esta consciente de la existencia de dicha interacción cuando dice que:
Sin duda, ambos objetos están estrechamente ligados y se suponen recíprocamente: la lengua es necesaria para que el habla sea inteligible y produzca todos sus efectos; pero el habla es necesaria para que la lengua se establezca; históricamente, el hecho del habla precede siempre... (1973 : 64)
Otro punto cuestionado es la dicotomía sincronía / diacronía. Saussure había separado ambas por el carácter aparentemente fortuito del cambio lingüístico. Pero los miembros del Círculo de Praga afirman que: "No se pueden poner barreras infranqueables entre los métodos sincrónico y diacrónico, como lo hace la escuela de Ginebra." (Trnka et al. ibid : 31)
También en el estudio diacrónico hay que entender la lengua como un sistema funcional en el cual los cambios no deben ser considerados de forma aislada sino "en función del sistema que los sufre." (Jakobson en Lepschy 1966 : 125) Es inadmisible interpretar los cambios como un hecho fortuito, había que buscar sus causas dentro del sistema.
Pocos años después, Jakobson escribirá el ensayo Principios de fonología histórica. En este artículo, desarrollará su "método integral" para superar la dicotomía saussureana. No concibe el sistema de forma estática sino dinámica lo que permite incluir en un estudio sincrónico de una lengua la idea de la evolución.
Otra dicotomía presente en la obra de Saussure es la de sintagma / paradigma que los mismos praguenses siguen desarrollando y la establecen como la entendemos hoy: las relaciones sintagmáticas, de las contigüedades, y las relaciones paradigmáticas, las de las semejanzas y de la necesaria elección. Hay que recordar que el lingüista ginebrino hablaba de relaciones asociativas.
La idea de los dos ejes presentes en el sistema lingüístico se basa en el concepto estrictamente saussureano según el cual "en la lengua solo hay diferencias, sin términos positivos." (Saussure ibid : 203) La lengua es un sistema de valores y oposiciones. El hablante tiene a su disposición un conjunto de opciones entre las cuales puede y tiene que elegir. Cada elemento recibe su valor por oposición a los demás que pueden aparecer en un contexto determinado. El oyente (como también el lingüista) debe interpretar cada selección juzgando las opciones que tiene el hablante y considerando las intenciones comunicativas de este. De esta forma será capaz de entender cabalmente el enunciado.
Considerando el carácter doble del sistema, la lingüística dispone de un instrumento que hace posible la abstracción de la gran variedad de usos que hacen los hablantes de la lengua y establecer categorías funcionales que deben estar presentes en el sistema.
Con esta premisa, los lingüistas del Círculo de Praga pueden enfrentar también la concepción que tiene Saussure de la oración que, según él, pertenece exclusivamente al habla, es una cadena de unidades sintagmáticas con gran diversidad. Sin embargo, Vilém Mathesius rechaza esta afirmación:
La oración no es por completo el producto de un momento transitorio, no está determinada por completo por la situación individual, y, por consiguiente, no pertenece totalmente a la esfera del habla, sino que depende en su forma general del sistema gramatical de la lengua en que se pronuncia. (en Trnka et al ibid : 101)
Los principios del funcionalismo fueron aplicados primero al campo de la fonología, con la cual los praguenses fundaron una nueva disciplina dentro de la lingüística estructural que está resumida en la obra clásica de Trubetzkoy Principios de fonología, 1939. Realmente, fue este el ámbito de la lingüística que experimentó el desarrollo más grande y donde la perspectiva funcionalista obtuvo sus más grandes éxitos. Es fácil de comprender por qué los logros considerables se dieron en el campo de la fonología y no, por ejemplo, en el de la sintaxis o semántica. Existían ya muchos trabajos acerca de los sonidos de una lengua realizados por parte de la fonética experimental y de los comparatistas aunque tenían un punto de vista diferente. Por otra parte, las unidades en cuestión son bastante restringidas, más fáciles de identificar y se trata de unidades meramente distintivas y no significativas. Los intentos de llevar los principios del funcionalismo fonológico a la descripción gramatical no se vieron libres de dificultades y resultó necesario introducir otros principios de análisis. La integración del sentido a las unidades lingüísticas siempre ha sido problemática dentro del método estructuralista.
Por otra parte, hay que mencionar que la Escuela de Praga dirigió su interés también a problemas de la lengua literaria y poética.